Lo sabes. Algo va a pasar.
Estudias las posibilidades, el terreno, como vas a responder, que puede pasar, salidas, entradas, todo.
Y luego no ocurre nada.
Cuando debería haber pasado todo, no ocurre nada.
No hay nada.
Y te quedas quieto, esperando, sin saber muy bien como actuar.
A lo que te quieres dar cuenta estás sentado, esperando a que todo lo que esperabas que iba a ocurrir realmente ocurra, aunque en el fondo no lo quieres.
No quieres esa situación, pero la esperas.
El único consuelo es que cuando ocurra sabrás lo que hacer y lo que decir, y lo peor de todo, que no lo harás.
Porque cuando llegue, cuando todo aquello que no querías que pasara finalmente ocurre, no estabas tan preparado como pensabas.
Todo lo que ibas a hacer.
Todo lo que ibas a decir.
Cómo ibas a actuar.
Nada.
Acaba ocurriendo al revés.
Y luego el final. Situación que no querías que llegase, pero que de alguna forma sabías que iba a acabar pasando.
Y entre tanto acabas llegando a la conclusión de que no eres capaz de controlar nada.
No hay decisiones que tomar.
Sólo hay que saber llevar la espera.
Joven Anarquista, esperando un final que no quiere.