martes, 20 de diciembre de 2011

Dos problemas, dos soluciones

Cuando un problema no tiene solución deja de ser un problema por misma definición.
Un problema nuevo, no tan nuevo, y un problema viejo, no tan viejo.

El nuevo está siempre, ahí, recordándome que está. Es como golpear constantemente un muro de hormigón que, lejos de ceder, te gana terreno.
Persiste, recordándote constantemente que no vas a poder pasar. Pero lo intento.
En alguna parte de aquella pared tiene que haber un pequeño hueco, una fractura, una ventana, una gatera, un portón de iglesia, pero no se donde está.
La solución puede estar en intentar rodear el muro, o en intentar derribarlo con algo más fuerte, pero dudo que encuentre dinamita para tirarlo abajo.

El viejo está ahí sólo a veces. Recordándome que una vez me equivoqué.
Es como si me dieran un golpe en el momento que menos me lo espero.
Aparece, viene, me da, y se va. Aquí la única solución posible es aguantar, hasta que sea lo que sea lo que me está dando, se cansé.

Existen muchas formas de ver todo esto. Quizás lo mejor que pueda hacer es dejar de verlos como problemas, porque un problema lleva de la mano una solución, y a ninguno se la veo.
Quizás lo mejor que pueda hacer es rendirme...
He perdido fuerza, he perdido las ganas de seguir ahí. El muro no se va a mover, y voy a seguir recibiendo algún que otro golpe de vez en cuando. Haga lo que haga.
No encuentro salida. Es muy agobiante.

Joven Anarquista, al borde del colapso.

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